LOS OTROS IBEROS

febrero 25th, 20126:19 pm

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En algunas crónicas medievales de la región de Armenia se han conservado noticias curiosas. Una de ellas es la que expone el deseo de una serie de nobles del reino de visitar algún día “a sus hermanos, los Iberos del oeste”. Por supuesto, desde su punto de vista, eran ellos los Iberos por excelencia, y los Iberos de Iberia eran los iberos de occidente. ¿Por qué a tan pocos historiadores les interesa este tipo de noticias? ¿Por qué nadie considera como algo serio la posibilidad de una conexión real? ¿Es tan de todo punto imposible una filiación semejante?
La conocida y estrechísima relación existente entre las lenguas caucásicas y algunas lenguas de la Península como el euskera, y algunas del norte de África, donde habitan los Bere-beres, debería ser puesta en relación con los otros muchos paralelismos históricos y culturales que se dan entre puntos tan distantes. Aquí ponemos solo algunos de ellos.
Los antiguos reinos iberos de oriente son mencionados, con ese nombre, por los historiadores clásicos, ¿por qué nadie parece recaer nunca en ello? Existe en Armenia un río Aras, que es uno de los ejes de esta civilización ibera de oriente. En el cauce medio de este río Aras se levanta el monte Ararat donde los hebreos dicen fue enterrado Noe. Y existe también no un río, pero sí un monte Aras en España, en cuyo interior los judíos españoles de Lucena aseguraban que estaba enterrado Noé. Existe el nombre Sara, como “princesa”, en ambos extremos del Mediterráneo y nadie parece querer investigar las concomitancias. Existe un Ever, patriarca histórico de los hebreos, y un río Hevrón en el extremo Mediterráneo oriental; y existe un río Ebro y un pueblo Ibero en España, en el otro extremo, y nadie ha querido nunca investigar las concomitancias. Existe Siberia, existe una escritura ibérica antiquísima, simbólica, basada en signos casi mágicos como son las runas danesas, que se escribía de derecha a izquierda y que era silábica; existe ese mismo tipo de escritura entre los hebreos, con la misma conformación mágico-simbólica del signo escrito y de la palabra, y nadie dice nada. Existe un pueblo ario o aria en la Península, que ha dejado su nombre escrito incluso en las monedas de una época tan tardía como la romana; y existe una nación aria, un conglomerado de pueblos que se llamaron arios, que se establecieron sobre la cuenca media del Danubio hacia el 5000 aC y que hacia el 3500 está precisamente en la región del Caúcaso y en Armenia… Y nadie lo ha relacionado. Nadie que modernamente parezca haber visto esas monedas ha dicho nada. Esos mismos arios o Aryana del reino de Armenia, de Urartu, levantan templos a la diosa Ana o Nanna (o los destruyen), e “inventan” religiones con dioses tan resonantes como Mitra, Varuna o Sintra que en muchas ocasiones tiene sus prototipos occidentales (y si no ver la fortaleza de Sintra en Portugal). Más prosaicamente, el reino de Armenia tiene por escudo dos leones rampantes, lo mismo que el escudo del antiguo reino de León en España; y el citado Mitra tiene en las leyendas por acompañante un negro cuervo, que es el símbolo de Lug, el antiquísimo dios de Luz occidental.
En la wikipedia inglesa se nos dice que los iberos de Armenia son arqueológicamente conocidos como Kura-Araxes o Kura-Aras, y que esta es la civilización material cuyos restos se encuentran en el estrato inmediatamente anterior a la presencia en la zona de un pueblo de Israel (antes de su entrada en Egipto) y la que, presumiblemente, les dio origen. La esposa de Abrahán se llamaba Sara, etc, etc, etc…
Pero ahora viene la cuestión política. Cuando vemos por la tele cómo la guerra maltrata a chechenos, georgianos o armenios, solo dos o tres en este país saben qué pasa y quiénes son los descendientes y ascendientes de esos pueblos, y el resto somos absolutamente indiferentes y la sangre no nos dice nada, ni nos revela signo alguno de identidad, ni cultural, ni genética, ni afectiva, ni de ningún tipo. A todos los efectos los pueblos del Caúcaso no son nadie para nosotros, por más que la antigüedad los llamase iberos. Ese tipo de cuestiones no entra en los planes de estudio. El sentimiento de querer cruzar medio mundo para conocer de primera mano a nuestro espejo, a aquello que somos nosotros mismos pero en una región muy distante del planeta, nosotros mismos históricamente desdoblados, ese sentimiento que estaba vivo en la Edad Media hoy se ha perdido. Y la destrucción de los templos de Anahita en Kanwavar, y de los restos de esa civilización ibera tan antigua, la memoria de nuestro propio itinerario vital, los matices de nuestra propia lengua tal y cómo fue hablada en el pasado, todo eso, todo, se va por el retrete impunemente, se intenta borrar y se borra sin que nadie levante un dedo. Los judíos de América no movieron un dedo por los judíos europeos, y nosotros no nos alteramos un ápice por la situación de los iberos orientales.

HRC