VAQUEROS ROTOS: MOFA Y MODA

julio 5th, 20235:22 am

0


Desde hace años, los pantalones vaqueros más caros son los que exhiben rotos, de medidas y formas variables, en distintas partes de la tela.
Antaño, ir por el mundo con ropas agujereadas era una evidencia de pobreza extrema, que ni los zurcidos eran ya capaces de disimular. Y de pronto, a los dictadores de la moda les hace gracia la vestimenta de los vencidos de la Tierra, y deciden que hay que vestirse de pobre a cambio de altos precios; parece que cuesta mucho agujerear y deshilachar sólidas telas vaqueras, pensadas por el emprendedor Levi para proteger las extremidades y el culo de mineros, agricultores y rancheros, en la California de hace siglo y medio.
Durante muchos años tras la Guerra Civil, se acostumbraba a “dar la vuelta” al abrigo para ocultar el desgaste del paño original. Y siglos antes, los hidalgos empobrecidos salían a la calle con una camisa de la que en realidad sólo quedaba la pechera visible; y se adornaban la barba con miguitas de pan para pretender que habían comido, cuando sus tripas rugían de hambre.
También se estilaron un tiempo los pantalones “cagaos”, una moda que se inspiraba sañudamente en los internos de las cárceles, que recibían las prendas sin tener en cuenta las medidas de cada uno, y había que sujetarse con cinturón, dejando bajo el trasero una bolsa de tela vacía.
Los pobres han intentado siempre disimular su pobreza, causa de vergüenza; los sometidos a las modas degradantes, se sienten encantados de vestirse con prendas rotas, como pobres de mentirijillas.
“Arriba, pobres de la Tierra, en pie famélica legión…” Hacerse marxista fue el recurso social, afectivo, reivindicativo de muchos de esos famélicos de pantalones rotos para eludir la vergüenza y el hambre; pero también se adscribieron a esos partidos ricos ciudadanos, por snobismo, mala conciencia o incluso por solidaridad, que nunca fueron vistos forzadamente desharrapados sino con bufandas de diseño; y sus correligionarios peroraban desde las tribunas públicas ataviados de recia pana (tradicional “Levi´s” del currante español), un hábil trampantojo antes de saltar a Armani.
Y también estaban los anarquistas, que sin partidos ni férreas disciplinas marcadas por los politburós a los militantes como a ganado, requerían respeto y solidaridad a todo ser humano por el hecho de serlo: que cada uno recibiera lo que necesitaba, mientras que los líderes comunistas eran agasajados y mantenidos con mucho más de lo que necesitaban.
Decía jocosamente un amigo que cuando fuera comisario político habitaría en el Palacio de Liria, como representante del pueblo, ya que todo el pueblo no cabe.
Estamos atravesando una etapa de cinismo y confusión en todos los órdenes; es sabido que las clases trabajadoras tratan de emular a los que han triunfado: un obrero se compra un par de casas, con sueños especulativos atizados por los bancos, que le acabarán embargando; otro, empapela su pisito con flores de lis, kitsch total. Y los empleados con bajos sueldos, ahorran para comprarse el pantalón roto, que sus abuelos procuraban ocultar al mundo.

Carmina Fort